sábado, 16 de noviembre de 2013

Tríptico a favor de las máscaras: I Dexter Morgan, the dark defender

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Trìptico de elogio a las máscaras

A Hernàn La Greca

I
 Dexter Morgan, the dark defender


1
Silencio. Precisión. Color.

Y de nuevo silencio.

Una sola misión:

en toda ciudad hay agujeros  negros:

gente que grita, gente que calla…

gente que habla demasiado,

gente que grita… y escapa.



Y en silencio,

la sonrisa perfecta

con el mismo paso,

con la misma remera

—la de siempre:

verde, aburrida y sexy

(su traje de héroe)—

el vengador avanza,

el vengador acecha.



Todo ya está planeado:

guarda los filos

—esos filos que saben

desde siempre

que todo está planeado—,

elige algunas fotos

—las más crudas—

Y teje

la meticulosa red

de la justicia

con plástico adherente.



Y mientras tanto,

todos los días teje

la perfecta sonrisa

—también meticulosa,

casi también de plástico,

y casi también red—
jugando con los niños
en un edén
del sueño americano.



Todo en su vida es limpio:

Por las noches

duerme tranquilo

porque no siente.



2

Por las noches

—Cuéntanos un cuento, Dexter— piden los chicos.

Entonces rebusca en los inmaculados

archivos de su memoria:

inventa magos

que secuestran doncellas,

dragones asesinos que ahora vagan,

impunes, por los bosques.

Inventa un príncipe con armadura

—de cuero negro, como su campera—,

con una cota de malla verde,

como su remera

—verde, aburrida y sexy

(su traje de héroe)—.



La espada es perfecta:

El príncipe también. 
Los niños van cerrando los ojos mientras Dexter

describe —acaso demasiado bien—

cómo el príncipe, durante días, en silencio

—con la misma sonrisa, con la misma armadura,

(con la misma remera)—

busca el momento de acabar con el dragón,

avanza, acecha.



Los niños cabecean mientras Dexter

tiene al dragón arrinconado

en lo alto de una torre

   solitaria y perfecta, y tejida con plástico adherente —.



Los niños se han dormido.

A Dexter solo le falta un golpe para acabar con el dragón:

El príncipe calcula, meticulosamente.  Besa

la precisión de su espada. Se acerca

lo suficiente al cuello,

arranca con la punta de la espada

una escama —de recuerdo—

y golpea. 



Silencio. Presición. Color

El dragón exhala. El príncipe también:

al mirarlo de cerca,

el dragón

tiene su mismo rostro.



Bajo la máscara,

El vengador sonríe

Y deja la luz de los niños encendida.