sábado, 30 de enero de 2010

Mi sorpresa para villazonistas, como regalo de cumpleaños para Tere


Había prometido que no iba a publicar esto aquí, sino que se lo iba a enviar a Teresa para que lo subiera al blog villazonista, porque desde el año pasado vengo diciendo ahí que tengo una sorpresa para todos los que frecuentan ese blog. Pero me parece mejor recompensar todo el maravilloso trabajo que Teresa hace por nosotros, hoy, en el día de su cumplaños, posteando aquí el texto que sigue, que, no deja de ser, de todos modos, un muy cariñoso regalo también para todos los villazonistas, que comparten conmigo la felicidad de llorar furtivasa lágrimas y soñar el sueño imposible. Quiero agradecerte, Tere, por tu humor, tu dedicación y tu ternura, por brindarnos antas alegrías y por mantener el blog sonriente en los oscuros tiempos de la operación de Rolando. Por último, también dedico este texto a Rolando, sin cuya voz, profundidad y talento jamás hubiera nacido este escrito,inspirado en "El muchacho de la triste figura". Espero que lo disfrutes, Teresa, y que Dios te bendiga en tu cumpleaños.
Bueno,ya es suficiente entreacto. Se abre el telón... los dejo con el regalo


Con due parole
“|Mientras haya en el mundo primavera/ habrá poesía” (G. A Bécquer, “rima IV”)

No tuve la dicha de tocar a su puerta para pedirle lumbre. Lo conocí mucho después, una nochebuena en el bar de Mumus, en una mesa sobre la calle. Yo venía mirando vidrieras, a pasos apresurados entre la multitud, y me llamó la atención su ropa desarreglada, pero elegante en su pobreza. Cuando lo miré, levanto la vista de unas hojas de papel y me dirigió una media sonrisa, ajeno al bullicio de los soldados que pasaban, como cada año: la retirada.
Cuando me vi en el espejo de una joyería, al pasar, decidí que ya era hora de dejar de perder tiempo en frivolidades: era hora de buscar una buena historia, y ya tenía una idea de dónde encontrarla.
Saqué el cuaderno de mi bolso, y me senté en una mesa, me pedí un submarino para disimular, y me aseguré de estar cerca de mi nuevo personaje.
Un par de bohemios locos correteaban persiguiéndose alrededor de su mesa. Después de lanzarse algunos insultos y algunas respuestas extravagantes, detuvieron la carrera para mirarlo, como exigiéndole una reacción. El fingió una risita, luego volvió a sus papeles; mojó la pluma en un tintero agujereado.
- ¿Qué hacés?- le dije
- Escribo- respondió sin apartar la vista de la hoja- bueno, trato de escribir- mi personaje sonaba cada vez mas interesante, pues compartía mi pasión
- ¡Ah! ¿Qué escribís?
No respondió, se sacudió la nieve del abrigo y tomó un corto sorbo de café:
-¡Está frío!- se quejó con un puñetazo en la mesa, y uno de los bohemios se acercó:
—¿Qué pasa, Rodolfo?_
—¡El café está frío, Marcelo!-repitió
—¡Ah, como el corazón de Musseta!-rió el otro-bueno, no creo que puedas pedirle otra cosa al pobre café, con este clima: hace frío en las calles, en los bares, en nuestra cas…__Marcelo se interrumpió cuando vio la cara con la que lo miraba su amigo: profundo sufrimiento, enojo. De repente Rodolfo parecía diez años más viejo, y la nieve sobre su pelo no ayudaba mucho. Su intento de sonrisa había desaparecido. Sus ojos, en los que antes al menos se adivinaba un antiguo brillo, ahora, bajos, se negaban al destino.
-Perdona, Rodolfo…-empezó a decir el otro
Debería haberme sentido feliz de que mi personaje tuviera un conflicto, de que escondiera una historia digna de ser contada. Pero nada de eso me importaba ahora. No pude evitarlo: me levanté de mi mesa, y, caminando nerviosa, fui hasta él. Le puse una mano sobre el hombro; noté el remendón en su saco, debajo de la nieve. Bajó la vista, y yo me quedé petrificada a su lado. Recién entonces Marcelo se fijó en mí, su ánimo cambio por completo.
—Disculpe, señorita-dijo, entre divertido y feliz, y se fue a cuchichear algo con los otros bohemios.
Rodolfo buscó mi mano sobre su hombro; la sintió fría y la soltó de inmediato. Yo no pude moverme.
-Poesía…-dijo dándose vuelta para mirarme –trato de escribir poesía- su mano libre tamborileaba contra la mesa. - ¿Por qué le interesa?-preguntó mientras me señalaba una silla a su lado
Bajé la cabeza:
—Estaba mirándote, y se me ocurrió que…podías tener una buena historia para contarme. Soy escritora, mejor dicho trato de serlo— no sabía que tal le caería a él mi sinceridad
__ No hay nada bueno en mi historia, señorita— se echó para atrás el pelo, con un gesto nervioso
—¿Por qué no?__ lo miré a los ojos, y decidí que sin duda él escondía un dolor —estoy segura de que vos…
—¿Tiene frío?__me interrumpió tomándome la mano
—¡Qué?
—Que si tiene frío- soltó mi mano y me ofreció un vaso de vino. Después, casi como si le presentara una queja a Dios, dijo:
—. Ninguna mujer debería sentirlo jamás, el frío no debería meterse con ellas.
—Estoy bien- Contesté mecánicamente, y mintiendo, porque, aunque me estaba helando, nada de lo que yo sintiera en aquel momento importaba en absoluto. La luna empezaba a acercarse sobre el cielo; y él seguía enamorándome en su tristeza.
—Habláme de tu poesía— le pedí—¿Por qué decís que tratas de escribir? ¿No estás inspirado? Es nochebuena, es un buen momento para la inspiración.__me acerqué un poco mas a él. Con la cabeza entre las manos, contemplé la luna. Él no contestó. Al descubrir hacia dónde estaba mirando yo, apartó la vista, fugaz, y volvió a las hojas de papel. De repente, partió su pluma, y exclamó:
—¡La poesía está muerta para mí…Y hace tanto tiempo! Una poesía que tenía nombre…¡Y todo por mi culpa, todo porque yo no tenía nada para darle ! —y Rodolfo empezó a llorar. Su llanto se fue volviendo en mi alma un millón de melodías, que nunca antes había oído. Entonces comprendí, y abrazándolo con todas mis fuerzas dije:

— ¡Rodolfo, la poesía nunca muere! No mientras haya quien la lea, no mientras haya quien la escriba, no mientras haya quien la cante. —él no rehusó mi abrazo, y me miró sorprendido.
—Gracias—dijo, abrazándome a su vez—pero no puedo superarlo, no yo solo—y, repentinamente avergonzado, se soltó.
“No puedo llorar ahora” pensé “no ahora, o voy a empeorar todo.”Me aclaré la garganta:
- A veces el nuestro es un trabajo solitario: sólo vos, la pluma, las palabras. Sé que estás sufriendo, y que nunca vas a poder olvidar a tu chica— Rodolfo era incapaz de mirarme a los ojos. —, pero ese dolor tenés que ser capaz de transformarlo en páginas.—continué— Tenés que ser capaz de mirar la luna de frente, para eso estamos hechos los poetas.__
Después me paré, y agarré mis cosas de la mesa:
- No creo que yo sea la persona indicada para contar tu historia: se necesita algo más que sólo palabras Pero puedo prometerte que va a ser una gran historia. Una excelente tragedia, quizás. Los finales tristes siempre emocionan. O podría ser que se narre nada más la tragedia, pero el verdadero final, el final que se oculte a quienes oigan tu historia, sea diferente. Todo depende de, ahora mismo, te manches las manos con tinta, y le des armonía y voz a tu tristeza. ¡Qué tengas una feliz navidad, Rodolfo!—y me alejé caminando por parís.
Al día siguiente encontré, junto a la chimenea de la casa donde me alojaba, un sobre para mí. Del lado del remitente solo decía gracias En el papel, con letra desprolija, manchas de tinta y algunas tachaduras, decía:
A Orfeo
Desde la entraña más oscura de la tierra
con un chillido, y un rugir de plata
la Música, en cadencia funeraria
abrió la puerta del misterio al alma humana.
pues más allá del espacio y del tiempo
habrías de ir a buscar a tu amada.
Aún sentías tú latir su pecho
en la raíz del árbol, la quebrada
ola del mar, la madrugada.
Y la hoja al viento te recuerda
ese danzar tan suyo, tan sereno;
ese danzar que este cruel destino
supo ahogar en lo amargo del veneno.
Marcha, pues, a recuperarla.
Yo voy detrás de ti, a por la mía:
voy por el rosa de mis días grises,
el primer sol de abril,
la flor tejida.
Marcha, pues, a recuperarla
Marcha, pues, que las musas te inspiran:
la frente erguida,
y la mirada simple,
y en la mano la lira.
Querido Orfeo, te diré un secreto:
ni la Muerte resiste a la Poesía.